lunes, 5 de noviembre de 2012

La leyenda del Rottweiler

Cada cosa nueva que experimento, busco la manera de que encaje. Cada nuevo lugar que encuentro para publicar, lo transcribo. Se trata de una leyenda, cuyo autor desconozco pero sé que proviene de un diario de Salta. Donde voy y donde puedo, pego estas líneas como una manera de mensaje para la gente que tiene esta raza de perros y no sabe lo valioso que le ha llegado a su hogar.

La Leyenda Del Rottweiler

Una vez hace mucho, mucho tiempo, cuando el género humano y el mundo canino no habían aprendido a amarse, El Gran Consejo Canino de los Ocho, quien gobierna el destino de todos los perros, convoca una importante reunión. Fue decidido que el consejo de los perros se llevaría a cabo con mayor facilidad si cada uno de ellos fuera designado con un nombre a su elección y cada raza pudiera seleccionar el prototipo que definiera las características de la misma. Esta decisión se consideró una absoluta necesidad, pues la humanidad pronto se uniría a los perros con la esperanza de ser útiles los unos a los otros. Llegó el día asignado y los representantes se reunieron, muy ordenadamente cada cual seleccionaba de una serie de catálogos las partes del cuerpo disponibles.

A medida que las horas pasaban se hizo evidente que no había material suficiente para satisfacer a todas las razas, habiendo especial escasez de colas y orejas, por lo que los representantes de algunas de las razas presentaban claros signos de desesperación.

Un galgo que se encontraba después de un perro grande, casi al comienzo de la fila, dijo angustiado:

– Por favor amigo Rottweiler: déjame tu lugar en la fila, si me quedo al final de la fila ya no quedarán más colas y sin colas largas que actúe como timón los galgos corren torcidos.
- Esta bien dijo el Rottweiler al mismo tiempo que se corría hacia atrás para dejarle el lugar al galgo.

La fila comenzaba a avanzar nuevamente, cuando de repente se escuchó un vozarrón detrás del Rottweiler que decía:
– Disculpe, ¿le importaría si paso delante suyo? Verá, nosotros los San Bernardo necesitamos gran tamaño pues un perro pequeño no podría rescatar a personas perdidas en la nieve. Tan solo piense usted en esos niños perdidos.

El Rottweiler, suspiró, y accedió dando un paso hacia atrás en la fila.
Y así continuaba la selección. Un prototipo pequeño para el perro que debía incursionar en madrigueras: el Terrier necesitaba agilidad y velocidad para cazar ratas; otro necesitaba un pelaje espeso para estar cómodo mientras cuidaba ovejas durante el invierno; un prototipo miniatura necesitaba un pelo sedoso para agradar a quienes recibían en sus faldas.
Finalmente el único que faltaba era el cansado Rottweiler, quien pacientemente había cedido su lugar a los demás. Con tristeza ojeó los catálogos: la mayoría de los artículos estaban tachados. Lo mejor ya lo habían elegido.

El Rottweiler suspiró.

– Apareció, ladró el Octavo Destino sin levantar la vista.
- Bueno, dijo el Rottweiler muy vivaz, ahora que le tocaba el turno.
- Supongo que nuestro ancho pecho armonizará con nuestras caderas angostas, siempre que las orejas estén bien paradas.
- Lo siento, dijo el Octavo Destino.
- ¿No hay más orejas paradas?, aulló el Rottweiler.
- Así es. Le podemos dar largas o medianas tirando a chicas, pero caídas, es todo lo que hay.
- Llevaré las medianas tirando a chicas entonces. Dijo desilusionado el Rottweiler.
- No se notarán tanto combinadas con un color claro y radiante.
- No hay colores claros, exclamó el Segundo Destino. Sólo queda el color negro.
- Negro gruñó el Rottweiler.
- Espere no se enoje, gimió temeroso el Cuarto Destino intentando aplacar los ánimos. Aquí quedan unas cuantas manchas de color de fuego que se puedan desparramar sobre la cara y las patas.
- Aquí quedaron tres pelos blancos, interrumpió el Quinto Destino. No hay suficiente para todos, pero de vez en cuando podemos salpicar dos o tres en el pecho de algunos.
- No es exactamente lo que tenía en mente, dijo el Rottweiler, y alegrándose nuevamente agregó: Sin embargo, una abundante y hermosa cola sería el consuelo ideal.
- Lo lamento, ladró el Sexto Destino. No hay mas colas.

Lanzando un rugido de indignación el Rottweiler, se dirigió a los Ocho Destinos diciendo:
– ¿Pretenden ustedes que me presente ante el jefe de la raza de negro, con unas manchas de color fuego, orejas caídas y sin cola?
- Es lamentable, le contestaron. Pero hubiese llegado usted antes.


Entonces intervino el Gran Destino, y haciendo notar que el Rottweiler había sido de los primeros en llegar, ordenó que ante la total ausencia de materiales disponibles, le fuera concedido al Rottweiler una cualidad perteneciente a cada uno de ellos.

Fue así como se le otorgó a la raza valor, inteligencia, dulzura, fuerza, lealtad, serenidad, nobleza y un gran, gran corazón.